domingo, 21 de junio de 2009

SOCIEDAD

-**SOCIEDAD**-


Esta región de estudio, desde épocas inmemoriales, ha sido asentamiento de diversos pueblos, zapotecos, mixes, zoques, tequisistlecos (chontales), popolucas, nahuas, huaves... entre los cuales los zapotecos ejercieron cierto predominio desde la época prehispánica. El imperio azteca mantuvo control del área durante el siglo XV debido, probablemente, a su ubicación estratégica como vía de comunicación e intercambio comercial con el Soconusco. Es decir, la problemática social y política entre los pueblos colindantes del Istmo y de éstos con un sistema de dominio externo es multisecular, aunque los términos de la problemática actual difieren substancialmente.
A partir de la Colonia y hasta principios de este siglo la mayor atracción de interés de la región fue su ubicación interoceánica por sus posibilidades como vía de comunicación y comercio. Desde mediados del siglo pasado los diversos gobiernos del país han impulsado un proceso de modernización en el que se han visto involucrados de manera dispar todos los grupos étnicos del área. El proceso de modernización ha ido acompañado de políticas de asimilación e integración cultural, así como de expoliación de recursos principalmente tierras consideradas propias. No obstante, los distintos pueblos del Istmo muestran sus peculiaridades étnicas, han fortalecido los rasgos de su identidad y han generado nuevas organizaciones de tipo étnico para cubrir requerimientos de desarrollo y autogestión. Esta es la tesis que quiero destacar en este escrito.
Pueden señalarse tres fases en este proceso de desarrollo en las cuales la presencia étnica ha tenido una participación distinta y que han condicionado las relaciones sociales y el mismo control de la reproducción étnica en la región:


1ª Comunicación Interoceánica, entre 1853 y 1915.

2ª Reforma Agraria e Impulso Agropecuario, a partir de la Revolución Mexicana.

3ª Industria Transformadora (destaca la petroquímica), en continuo auge a partir de la década de los sesentas.

Cada una de estas fases comprende una fuerte variedad de factores y condicionantes económicos y políticos en los que se han visto involucrados los grupos étnicos con respuestas y participación.
En estas fases los procesos de organización y movilización étnica se desarrollan de forma continuada sin periodización precisa. Se considera aquí que en la segunda fase, el periodo agrario, significa un momento fundamental y coyuntural en el desarrollo de los procesos étnicos del Istmo por representar por un lado un fortalecimiento de la cultura material de las poblaciones étnicas en unos casos, pero de crisis y marginalización en otros y, por otro lado, la consolidación de relaciones sociales e ideológicas étnicas en las que tienen arraigo las movilizaciones y luchas sociales que se manifiestan con mayor intensidad en la tercera fase. Esta consideración toma en cuenta la intensidad de los contactos sociales y las respuestas étnicas a los mismos durante el medio siglo anterior que implicaron capacitación tecnológica, desarrollo comercial, surgimiento de clases sociales y relaciones de explotación y otros múltiples fenómenos sociales.
En la fase agraria la disponibilidad de tierras, la posibilidad de acceso a ella, así como la capacidad de asignación de la misma a los miembros del grupo étnico, tiene importancia crucial para la estructuración de la vida económica, social, política y religiosa de las etnias del Istmo. En este periodo las luchas por disponibilidad de tierras y por determinado régimen de tenencia representa no sólo la posibilidad de sustento de las unidades socioeconómicas campesinas, sino sobretodo representa la capacidad de cada uno de los grupos étnicos para controlar su propio desarrollo social y el dominio político en la región; es decir, la tierra es el elemento cultural eje tanto para la integración de cada grupo étnico como condicionante de las relaciones inter-étnicas entre las etnias vecinas y la sociedad nacional.
El poder de distribución de la tierra tras la revolución, estaba en manos del Estado. Pero la tierra significaba no solo el acceso a terrenos de cultivo, implicaba también la disponibilidad de montes, lugares arqueológicos e históricos, ciertas playas y áreas costeras, salinas y otros baldíos de interés no tanto individual cuanto para el grupo.
Dada esta trascendencia de los suelos como elemento cultural conformador de la estructura social y de las relaciones interétnicas considero que este es el eje conductor a partir del cual analizar las organizaciones étnicas y regionales. En los casos extremos de asignación agraria en este periodo los zapotecos fueron relativamente beneficiados en tanto la etnia huave vio irse reduciendo su prístino territorio a áreas de menor fertilidad y de difícil acceso.
Pero la disponibilidad de tierras no constituye toda la problemática de los pueblos del Istmo, es sólo el eje como instrumento de investigación. La modernización del istmo en sus diversas fases ha exigido de las etnias sucesiva extracción de sus recursos, tierras, aguas, salinas, fuerza de trabajo, etc., bajo diversos motivos. Las actividades de desarrollo sistemáticamente han ignorado los derechos étnicos de la población considerándola un insumo más del proceso productivo. Sería simplista ignorar el sentido de clase de las reivindicaciones y movilizaciones étnicas en el Istmo, como también lo sería reducir el problema a una lucha económica en defensa de los recursos materiales; según esto ¿cuál es el sentido de las demandas que hacen los grupos étnicos al Estado? ¿Pueden distinguirse las reivindicaciones étnicas de las reivindicaciones como clase social?.




El megaproyecto del Istmo de Tehuantepec recientemente anunciado por el gobierno mexicano, afectará el territorio de los pueblos indígenas de la región con la construcción de una autopista de 4 carriles, un tren bala y el desarrollo de 146 proyectos industriales, sin que los pueblos indígenas de la región hayan sido invitados para evaluar conjuntamente la incidencia social, espiritual, cultural y sobre el medio ambiente que este proyecto pueda tener sobre sus pueblos. La situación socioeconómica y cultural de los pueblos los ha obligado a migrar a las ciudades o a otras plantaciones donde se les discrimina y violan sus derechos laborales.


-Educación
Existen universidades. Se encuentran preparatorias en la mayoría de los municipios que pertenecen a la región, en las comunidades rurales cada vez se crean más telebachilleratos. Hay escuelas secundarias privadas y publicas, al igual que en las primarias y los jardines de niños. Existen centros de desarrollo infantil en las ciudades de Minatitlán y Coatzacoalcos. Actualmente el gobernador ha creado algunas bibliotecas en municipios pequeños, uno de ellos Sayula De Alemán, ya que se preocupa por el desarrollo de la educación en la parte sur del estado y esta se crea atendiendo a las necesidades y demandas sociales del municipio.



-Servicios
En el sur de Veracruz, las ciudades cuentan con la mayoría de los servicios públicos básicos, como el agua potable, luz eléctrica, gas, gasolineras, drenaje, teléfono, televisión por cable, hospitales, como el IMSS y el hospital de PEMEX, el ISSSTE y también hay sanatorios particulares. En las ciudades principales de la región hay centros comerciales, restaurantes, Hoteles, centros recreativos y turísticos. En las comunidades rurales sólo existen los servicios de agua potable, luz eléctrica, y en algunas comunidades no llegan a eso, principalmente las ubicadas en la sierra de Soteapan. Recientemente en Sayula de Alemán, se ha creado una planta de aguas residuales y más carreteras.



MIGRACION ISTMEÑA…UN GRAVE PROBLEMA SOCIAL

De manera general, el principal reto que se presenta a las sociedades istmeñas reside en enfrentar la “despetrolización” de la economía y la estructura política regional. En este contexto, los programas de contención de la pobreza y la marginación revisten una importancia fundamental por ubicarse en el centro del juego de actores a escala local y doméstica. Progresa no constituye sino uno de un conjunto de programas enfocados hacia dicha contención en el medio rural. Junto con el Programa de apoyo para el campo (Procampo) y el Programa de regularización de la tenencia de la tierra (Procede), representa la columna vertebral de la política pública hacia las zonas campesinas. Estos tres programas tienen como característica principal dirigirse hacia actores identificados y específicos (las mujeres, los titulares de parcelas agrícolas), a la vez que se han convertido en recursos centrales para la reproducción social, en un contexto marcado por la degradación de la rentabilidad de la agricultura básica y la contracción de la oferta de empleos a escala regional.
Por otra parte, como consecuencia de los grandes despidos ocasionados por la reorganización de la industria petrolera, una nueva problemática ha surgido en la región: el de la migración masiva que en los últimos años está teniendo lugar hacia la frontera norte del país, en donde los migrantes se insertan como fuerza laboral en las maquiladoras o en los campos agrícolas de Sinaloa y Sonora. No sabemos el impacto que esta migración está teniendo en la reconfiguración de identidades, en la transformación de las relaciones de género, en la introducción de nuevas prácticas agrícolas, en la participación política, y en otros aspectos más de la vida social de las comunidades expulsoras de mano de obra. Interesa en consecuencia indagar los procesos de construcción, organización y activación de las redes migratorias entre los diversos grupos sociales del Istmo. Las redes sociales forman parte de los factores que originan y sostienen la migración y le dan particularidades a los procesos de incorporación laboral y social de los migrantes en el nuevo ambiente y a los procesos de reconfiguración social en al comunidad de origen del migrante. De acuerdo con Massey (1987), “las redes sociales en torno a la migración consisten en lazos que vinculan comunidades de origen y puntos específicos de destino en las sociedades receptoras; estos nexos unen a los emigrantes y no emigrantes dentro de un entramado de relaciones sociales complementarias y de relaciones interpersonales que se sostienen gracias a un conjunto informal de expectativas reciprocas y de conductas prescritas”. La migración no es un fenómeno nuevo en la región. Procesos migratorios la han marcado a lo largo de su historia, permeando sus formas cotidianas de vida y de organización social. En tales dinámicas, la industria petrolera ha tenido un lugar protagónico.Dada la enorme movilidad geográfica que atraviesa el Istmo, concurren en él diversas situaciones inter-étnicas poco conocidas. Al respecto, cabe mencionar: a) grupos residentes en la región desde la época prehispánica y colonial, tales como popolucas y nahuas; b) población indígena reubicada, a raíz de proyectos de desarrollo (presas): chinantecos y mazatecos; c) población indígena inmigrada en diferentes periodos de este siglo: totonacos (antes de 1970), zoques damnificados por la erupción del Chichonal. La evolución de la identidad étnica en contextos de migración y reubicación es insuficientemente conocida y de gran interés para la antropología social. La reubicación de chinantecos en la zona de Uxpanapa supuso que era zona deshabitada; no obstante, la presencia de totonacos y otros grupos generó enfrentamientos inter-étnicos. El proceso de articulación inter-étnica es un tema poco explorado en nuestro país. A su complejidad hay que agregar el influjo que sobre ella ejercen el proceso de industrialización y urbanización, y la expansión (años sesenta a ochenta) y contracción (años noventa) del trabajo asalariado que la región ha vivido. El estudio de esta problemática es importante para determinar tendencias y parámetros de acción de los grupos indígenas ante los nuevos procesos económicos que afectan a las industrias y recursos naturales de la región, y ante un escenario político marcado por el nuevo federalismo (descentralización) y una nueva relación entre el Estado y los pueblos indígenas.

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